#24M Plantamos Memoria

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#PLANTAMOS MEMORIA

Desde AMSAFE invitamos a todas y todos a recordar el 24 de marzo, a 45 años del golpe cívico militar, participando de la campaña de los organismos de Derechos Humanos «Plantamos Memoria».

Con guardapolvo en el jardín de la escuela – si tiene – o en una maceta plantamos alguna flor o planta y con un cartel que diga «Yo este 24 Planto Memoria». Sacan la foto y la comparten en redes. Enlaces para consultar :

https://www.ctera.org.ar/index.php/prensa/canto-maestro/item/3751-plantamos-memoria-canto-maestro-edicion-especial-a-45-anos-del-golpe-civico-militar-de-1976

https://amsafe.org.ar/no-dejamos-de-enseniar/historia-y-memoria/

NOTA DE OPINIÓN ¿Cómo recordamos hoy en la escuela? Hacia una pedagogía de la memoria

“El eje central de nuestra batalla está en la cultura. Haber identificado hacia dónde va el mundo implica ser conscientes de que la disputa fundamental está en las cabezas, en las identidades, está en las ideologías. Porque siervo es el que quiere serlo” nos dice  Isabel Rauber (2004). Un buen punto de partida para situarnos hoy como trabajadores y trabajadoras de la educación, a 45 años de la última dictadura cívico-militar en nuestro país con 38 años de democracia transitados.

Cuando como educadores, trabajadores de la cultura que somos,  hablamos de  “batalla cultural”, estamos hablando  de una disputa por el sentido, en nuestro caso  por los significados de la escuela pública y del  trabajo de enseñar, hablamos de  la escuela como centro de construcción de poder en el territorio de la comunidad, es decir, de la capacidad de ubicar a la escuela como un actor sociopolítico activo capaz de convocar a los otros, de construir con los otros y  hablamos del sentido político de la educación en cuanto  a tener claro como bien decía Paulo Freire,  a favor de quién o de qué o contra quién o de qué los educadores hacemos la educación.

Y en este sentido considerando que la escuela como institución lleva consigo el mandato fundante de ser transmisora, recreadora y transformadora  de la cultura, es importante traer hoy a nuestra reflexión  la pregunta acerca de cómo recordamos hoy en la escuela,  una pregunta que no puede quedar al margen de las políticas de memoria ni de los problemas y desafíos que hoy tenemos en nuestro país. Por lo tanto, situar (nos) la conmemoración del 24 de marzo  “Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia” en la escuela como institución  social y cultural  implica enmarcarla en las interpelaciones del presente y en las  problemáticas político pedagógicas de transmisión de la historia  reciente.

Al respecto dice Inés Dussel (2006) “la escuela ha tendido generalmente a pensarse como el espacios de aprendizajes intelectuales-racionalistas, pero también tuvo un peso fundamental, aunque no siempre fue explicitado y mucho menos sometido a escrutinio y discusión pública, en la formación de sensibilidades, de disposiciones éticas y políticas. Este es un terreno pantanoso en el que cuesta abrirse paso sin sentirse acosado por las tendencias sentimentalistas o la literatura new age que procura administrar los sentimientos cual manual de cocina. Sin embargo, si queremos intervenir sobre la formación ética y política, hay que hacerse cargo de esta dimensión de los afectos , de la sensibilidad, y de la dimensión visceral de la política y de los vínculos entre los seres humanos”.

El entender debe ir de la mano del con-moverse, del sentirse afectado en un nivel necesario de implicación. Porque, ¿cuál sería el sentido de la transmisión del saber histórico cultural si no va ligado a la formación de identidades colectivas que se sientan parte de su propio pasado? Sentirse y sentirnos parte de una historia singular, de la historia de un país, de una región, en nuestra propia comunidad, en la escuela, con los estudiantes, con los padres,  saber y comprender que  lo acontecido en los años de plomo y terror va más allá de un ejercicio de recuperación de la memoria, implica  asumir compromisos y responsabilidades sociales para que el “nunca más dictaduras” se nos haga carne en nuestras vidas.

¿Cómo no quedarnos en la enseñanza del pasado reciente sólo en términos de “efemérides”? Carolina Kaufmann (2006) observa esta problemática y  señala al respecto los desafíos que tiene la enseñanza de la historia reciente en lo que identifica como  tres ámbitos complementarios.

En primer término los desafíos materiales temáticos en cuanto a lo que considera la insuficiencia aún de producciones historiográficas junto a bibliografía específica que ayuden a los docentes en el abordaje de este tema y sus problemáticas concomitantes. Si bien hay que señalar aquí que en estos últimos años se ha avanzado en la elaboración en diversos formatos de producciones y propuestas de formación docente que ponen a disposición diferentes abordajes historiográficos.   Los desafíos internos vinculados a los desafíos  sobre nuestra propia memoria, nuestras propias incomodidades, temores que nos involucran tanto a los docentes, como a los alumnos y/o familiares directos según los distintos niveles de afectación. Lógicas profundas sobre las cuales es imperioso luchar y no sólo con los otros sino en primer lugar  consigo mismo. El primer problema está adentro de nosotros, en el plano individual (Isabel Rauber, 2004). Y por último,  los desafíos externos que suelen condicionar a los docentes en el tratamiento de estos temas en el aula y que no son ajenos a las inducciones al silencio, a no hablar, al miedo, a justificar el terror , al olvido, a la impunidad  herencia de la Dictadura y que aún siguen permeando el campo cultural. Es importante detenernos aquí  a pensar cómo  el proceso de transmisión de la cultura, de elaboración y transformación de las herencias sociales legadas, está atravesado por estas lógicas  que tensionan y exigen reformulaciones y revisiones.

Enseñar supone transmitir una cultura y ayudar al otro a incorporarse a una tradición, reconocerse en su linaje y en su historia. No es una reproducción idéntica e incesante de lo mismo (Myriam Southwell, 2007). Como señala Arendt “sin testamento, o para sortear la metáfora, sin tradición que selecciona y domina, que transmite y preserva, qué indica dónde están los tesoros y cuál es el valor, parece que no existe continuidad voluntaria en el tiempo y, por tanto, hablando en términos humanos, ni pasado si futuro…” . Dar cuenta de esta continuidad  es un enorme desafío al interior del proceso mismo de transmisión cultural que se da en las instituciones educativas.

Recordar y enseñar la dictadura  en la escuela implica enfrentarse a un pasado reciente doloroso y traumático  que nos  interpela  como educadores/as  y nos desafía a la construcción colectiva de  una pedagogía de la memoria .

Para que el 24 de marzo no sea una efeméride más sino un punto de inflexión y ruptura histórica constitutivo e inherente a nosotros mismos como sujetos históricos de un país, la Argentina y de un contexto, América Latina.

Para que el 24 de marzo en la escuela nos renueve año a año, generación tras generación, nuestro compromiso  activo con la memoria, la verdad y la justicia en la tarea de formar subjetividades.

Para que el 24 de marzo nos encuentre a los trabajadoras y trabajadores de la educación  dando una vez más la batalla cultural permanente por el “sentido” de nuestro trabajo de enseñar  en democracia en la escuela pública.

María Hemilse Cañete/ Deleg. Seccional
   

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